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En esta segunda parte, vamos a tratar de integrar las preguntas con el funcionamiento de una clase. Para Michael Chiles, existen cuatro tipos de comportamientos del alumnado:
- Integración total: el alumnado se implica activamente en la clase y sabe lo que quiere decir y lo que no debería decir.
- Participación circunstancial: el alumnado contribuye en momentos apropiados, a menudo influenciados por factores socio-culturales, el ambiente y el interés por la clase.
- Interacción marginal: el alumnado escucha y rara vez habla en las clases.
- Observación silenciosa: el alumnado evita cualquier contribución oral.
¿Qué podemos hacer entonces para apoyar que la clase avance hacia la integración total?
Lo primero que nos propone el autor es conocerles un poco, saber por supuesto sus nombres, pero también qué les gusta, qué les cuesta. Una vez dado ese paso, que nos recuerda a Jamie Thom en su libro “Conversando con adolescentes”, hay que establecer rutinas y hábitos de participación. Para ello, es necesario explicitar las expectativas en cuanto a la participación y la resolución de preguntas.
Por ejemplo, podemos decir: “Cuando participes en una discusión de clase, es importante responder con claridad y brevedad para que otros puedan participar”. Es importante también dar oportunidades para reforzar estas rutinas: “Muy bien al grupo que está mirando al que acaba de hablar”. Una vez que los hábitos se han explicitado es momento de reforzarlos felicitando a los que ya los cumplen.
Además de eso, Michael Chiles vuelve a una idea de la que ya hablamos en la primera entrada: el tiempo de espera. Hay dos tipos de tiempo de espera: el primero es el que hay entre una pregunta del docente y una respuesta, y la investigación dice que suele ser de entre 3 y 5 segundos (muy poco). El segundo tiempo de espera es el que ocurre entre la respuesta y una nueva pregunta o continuar con otra cosa.
La investigación muestra pruebas de que normalmente ambos tiempos de espera suelen ser demasiado cortos, y nos recomienda aumentar ese espacio entre que lanzamos la pregunta para que se procese la respuesta. Como es fácil intuir, esto es especialmente importante para las preguntas que requieren un pensamiento profundo. Alguna idea al respecto que nos propone el libro es explicarlo claramente al alumnado: “Cuando os pregunte algo, voy a dejar diez segundos para que todos penséis la respuesta con profundidad”, y luego ser consistente con esta nueva costumbre recordando por qué lo hacemos.
Si nos obsesionamos por completar el currículum, perdemos de vista la importancia que tiene dejar tiempo para crear las condiciones que promueven el aprendizaje. Somos como un hámster corriendo en una rueda: hay que priorizar estos momentos: nos es lo mismo impartir el currículum que crear las condiciones para comprenderlo. Enseñar sin ser consciente de las necesidades de comprensión es como iniciar un proyecto y nunca revisar si está llevándose a cabo. Por eso el consejo del autor es claro: cuando enseñas, enfócate en revisar la comprensión, de manera que puedan remediarlo a tiempo.
Una estrategia a desarrollar en clase: Piensa, pareja, comparte
Esta famosa estrategia fue desarrollada por primera vez en la década de 1980 por Frank Lyman. Se refería a ella como una técnica cooperativa en tres pasos, que proporcionaba al alumnado la oportunidad de pensar e incrementar la comunicación y cooperación entre iguales.
Lo que Michael Chiles nos dice es que no cree que se trate de una técnica que funciona a la primera, sino que hay que perseverar. Cada vez que la proponemos es bueno explicar por qué lo hacemos, y lo que esperamos que ocurra: que hablen de la pregunta, y no de otras cosas. Uno de los mayores beneficios de esta estrategia es que proporciona tiempo para pensar en las preguntas, algo que ya identificamos como un área de mejora: una buena pregunta requiere tiempo para pensarla. Para Dylan Wiliam y Kate Jones, dos grandes referentes del blog, no hay que subestimar el “think”: un tiempo de trabajo individual escribiendo una frase que represente lo que pensamos. Por eso, esta técnica no debe comenzar con los alumnos pensando en su cabeza, sino haciendo algo. Luego se comparte, y se mejora.
Un ejemplo de guión que nos propone el autor es el siguiente:
- “Voy a lanzaros una pregunta, y quiero que todos los penséis individualmente antes de hablarlo con el compañero”.
- “Recordad, hacemos esto sin apuntes para recordarlo. Esto puede ser difícil pero quiero que lo intentemos”.
- “Escribid todo lo que sepáis en el cuaderno. No te preocupes si cometes un error”.
El paso de compartir en parejas permitirá comprobar a cada persona lo que sabe, y lo que necesitaría saber. “Tenéis un minuto más para discutir con vuestra pareja, después os pediré que lo compartáis con el resto de la clase”.
Como ya hemos hablado otras veces, es importante elegir aleatoriamente al participante, garantizando una participación equitativa.
Un último apunte: esto lo hacemos para evaluar formativamente; es decir, para mejorar el aprendizaje (no para comprobarlo). Es como un viaje en tren: no hacemos esto al final del viaje, sino que vamos subiendo y bajando en estaciones intermedias para llegar mejor preparados al final del viaje. La utilización de esta estrategia es un punto crucial en el proceso de evaluación porque determinará lo que hacemos después: trabajar y repasar algo que no se ha entendido bien, o continuar con nuevos aprendizajes.
¿Cómo utilizar preguntas?
La utilización de preguntas puede resumirse utilizando las cuatro P: propósito, proceso, persona y punto. Vamos a clarificarlo en una tabla.
Propósito Comprobar la comprensión. Promover la activación de conocimientos. Activar el pensamiento. Mejorar la autorregulación. | Proceso Las preguntas pueden ser verbales o escritas. |
Persona Del docente al alumno. Del alumno al docente. Del alumno al alumno. | Punto Durante las sesiones. Entre las sesiones (al principio o al final). |
Conclusión: principios para lanzar buenas preguntas
- Secuenciación: planifica en una secuencia que vaya de lo superficial a la comprensión profunda.
- Diseño: piensa preguntas que utilicen un lenguaje apropiado a estos niveles de procesamiento.
- Pausa: permite un tiempo de pensamiento cuando se lanza la pregunta.
- Procesamiento: utiliza las respuestas de los alumnos para promover la discusión y la comprensión.
Esperamos que las dos entradas dedicadas al libro os hayan resultado interesantes, y sobre todo, que os ayuden a utilizar mejores preguntas en clase. Puedes leer más sobre diseñar buenas preguntas pinchando aquí.