Como psicóloga con una discapacidad, me gustaría sacar a relucir la pequeña parte positiva de este monstruo e invitar al lector a reflexionar sobre algunas de las grandes lecciones de vida que nos está regalando este virus.
¿Quizás, esta crisis sea una gran oportunidad de aprendizaje? Posiblemente, este virus nos permita transformarnos convirtiéndonos en una sociedad mejor, formada por individuos más resilientes y empáticos.
Ante el COVID-19 la sociedad está viviendo una realidad insólita, “el estado de alarma” nos está poniendo a prueba a nivel psicológico y social. Dentro de la horrible realidad que estamos viviendo, en estos momentos, dónde muchas personas viven atemorizadas ante una incertidumbre creciente, donde vemos a personal de limpieza, personal de atención al cliente, personal sociosanitario, fuerzas de seguridad del estado, periodistas etc., enfrentarse al virus con valentía y generosidad por el bien común, donde muchas personas no pueden despedirse de sus seres queridos fallecidos…
Como psicóloga con una discapacidad, me gustaría sacar a relucir la pequeña parte positiva de este monstruo e invitar al lector a reflexionar sobre algunas de las grandes lecciones de vida que nos está regalando este virus.
¿Quizás, esta crisis sea una gran oportunidad de aprendizaje? Posiblemente, este virus nos permita transformarnos convirtiéndonos en una sociedad mejor, formada por individuos más resilientes y empáticos.
¿Realmente somos tan independientes? En esta sociedad donde el individualismo y la capacitación son consideradas grandes virtudes que debemos desarrollar las personas para destacar, llega un microrganismo y nos hace vulnerables a todos, sin hacer distinciones entre género, raza, o nivel socioeconómico.
Las personas con discapacidad, por tradición social, somos consideradas como colectivo vulnerable, somos los «dependientes». Creo que este virus demuestra lo que muchos ya sabemos desde hace tiempo: la necesidad de reconocer la interdependencia entre unos y otros. Todos necesitamos ayuda de los otros.
En mayor o menor medida, todos somos vulnerables. Es hora de cambiar de paradigma: del individualismo al colectivismo. Este virus se combate con solidaridad.
¿Realmente es tan grave estar en cuarentena? No dejo de oír quejas por no poder salir de casa. Es duro, lo sé, el ser humano es un animal social. Los españoles somos de cañitas, de abrazos, de besos… Yo soy una persona con parálisis cerebral muy afortunada: he viajado por numerosos países y mi agenda diaria está repleta de actividades tanto personales como laborales.
Sin embargo, hay millones de personas con discapacidad en todo el mundo, y con ellas, sus familias, que viven en un confinamiento perpetuo sin fecha de caducidad, y no por ser responsables y no contagiar al resto, no porque la ley les obligue, sino por imposibilidad, ya sea por la falta de apoyos o por la inaccesibilidad del entorno.
Por cierto, no todas las personas con discapacidad somos colectivo de riesgo; si estamos sanos, las consecuencias que puede acarrearnos el virus pueden ser las mismas que las de una persona sin discapacidad, pero sí somos más vulnerables, pues el COVID.19 ha mermado en muchos casos nuestros apoyos, sobrecarga ahora más que nunca a los cuidadores informales, y pone en grave riesgo la economía de muchas familias que ya tienen que soportar un coste inmenso para poder tener una vida digna, el coste oculto de la discapacidad.
Es buen momento para preguntarse: ¿qué podemos hacer como sociedad para que esta cruda realidad cambie? Y es que la discapacidad, como el virus, nos puede tocar a todos.
Las asociaciones y sus voluntarios realizan una inmensa labor y también merecen nuestra gratitud porque su solidaridad está siendo nuestra mayor aliada. Estas instituciones también requieren verse reforzadas por los gobiernos,
¿Servicios Públicos o Privados? El virus ha sido claro: se debe reforzar nuestro Sistema Público Sociosanitario; a fin de cuentas, la vida de una persona no puede depender de sus posibilidades económicas y los profesionales que luchan por nuestras vidas no sólo merecen todo nuestro respeto, admiración y gratitud, sino poder hacer su labor con todas las garantías de seguridad porque gracias a que ellos no se quedan en casa venceremos a este bicho. En realidad, la medida de aislamiento deriva, al menos en gran parte, de la imposibilidad del sistema de soportar el ascenso de la curva.
¿Sólo existe una forma de hacer las cosas? En estos días estamos viendo que las empresas que menos están sufriendo son las empresas más flexibles, que pueden y están dispuestas a implementar el teletrabajo. Una forma de trabajar que para muchas personas con discapacidad es su única oportunidad de inclusión laboral, de ganarse el pan y de construirse un futuro digno.
Muchos de nosotros somos maestros del teletrabajo, es el momento de vencer esa falsa creencia de que el trabajo se realiza en la oficina. La productividad no está en un lugar sino en el talento de las personas. ¿Podríamos aprovechar las tecnologías para evitar la fuga de talento y ser más productivos?
¿Cuál es nuestro propósito vital? En momentos de crisis es cuando nos damos cuenta de lo que realmente es importante en nuestra vida. Es hora de relativizar y darse cuenta que hay que vivir cada día como si fuera el último, practicar “el presentismo”, el día de hoy es lo único que tenemos seguro, las personas hemos venido a este mundo a ser felices, no suframos anticipadamente por problemas que todavía no han ocurrido.
Como decimos en nuestra Escuela Convives: la escuela online del afrontamiento de la discapacidad “La felicidad es una actitud que también se aprende”. No podemos cambiar los hechos, pero sí elegir nuestra actitud ante ellos. ¡Elijamos ser felices cada día!