Una década de estancamiento: los prejuicios de género continúan y se acentúan

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Así lo muestra el recientemente publicado Índice de Normas Sociales de Género (GSNI, por sus siglas en inglés) elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) a partir de los últimos datos de la Encuesta Mundial de Valores (EMV). La publicación revela la falta de avances en la superación de los prejuicios contra las mujeres en la última década, ya que aproximadamente 9 de cada 10 hombres y mujeres en todo el mundo siguen manteniendo en la actualidad un sesgo contra las mujeres. El equipo de expertos a cargo de la investigación sostiene que la falta de progreso en el Índice de Normas Sociales de Género va en paralelo con las violaciones de derechos humanos y supone un retroceso enorme para la sociedad.

Muchas de las desigualdades que viven las mujeres y las personas pertenecientes a la comunidad diversa se deben a los estereotipos de género que, en general, operan de manera negativa. Pero, ¿qué son estos estereotipos? Los estereotipos de género negativos son creencias y percepciones generalizadas sobre las características, roles y comportamientos esperados de hombres y mujeres que perpetúan desigualdades y discriminación. Estos estereotipos limitan las posibilidades de desarrollo individual y social de las personas, y contribuyen a la reproducción de desigualdades de género. Algunos ejemplos de estereotipos de género negativos son:

  1. Las mujeres son débiles: Este estereotipo implica la idea de que las mujeres son físicamente más débiles que los hombres, lo cual puede llevar a su subvaloración en ámbitos como el deporte, el trabajo físico o la toma de decisiones que requieren fuerza física.
  2. Los hombres no lloran: Este estereotipo promueve la idea de que los hombres deben ser emocionalmente fuertes y reprimir sus sentimientos. Esto puede dificultar que los hombres expresen emociones de manera saludable y busquen apoyo emocional cuando lo necesitan.
  3. Las mujeres son menos competentes en ciertas áreas: Se cree que las mujeres son menos competentes en campos como las matemáticas, la tecnología o la política. Este estereotipo limita las oportunidades de las mujeres en estas áreas y perpetúa la brecha de género en campos profesionales.
  4. Los hombres deben ser proveedores principales: Este estereotipo supone que los hombres deben ser los principales proveedores económicos en el hogar, lo que puede generar presión y estrés en los hombres que no se ajustan a esta expectativa. También desvaloriza el trabajo doméstico y de cuidado realizado por las mujeres.
  5. Las mujeres son más emocionales y sensibles: Este estereotipo implica que las mujeres son más emocionales y sensibles que los hombres, lo que puede llevar a que se les tome menos en serio en entornos profesionales o se les niegue la oportunidad de asumir roles de liderazgo.
  6. Los hombres deben ser agresivos y dominantes: Este estereotipo sugiere que los hombres deben ser agresivos, dominantes y resueltos en sus acciones. Esto puede promover comportamientos violentos y tóxicos, así como dificultar la expresión de emociones y la adopción de roles no tradicionales.

Estos están presentes de manera consciente e inconsciente en nuestra sociedad y afectan de manera directa el entramado de desigualdades que constituye nuestra sociedad actual. Para conocer con mayor profundidad la situación actual respecto de esos temas, el recientemente publicado Índice de Normas Sociales de Género (GSNI, por sus siglas en inglés) revela la falta de avances en la superación de los prejuicios contra las mujeres en la última década, ya que aproximadamente 9 de cada diez hombres y mujeres en el mundo siguen manteniendo en la actualidad un sesgo contra las mujeres. Este informe sobre el Índice de Normas Sociales de Género ha sido elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) a partir de los últimos datos de la Encuesta Mundial de Valores.

Cabe destacar que el Índice de Normas Sociales de Género capta cómo las normas sociales pueden obstaculizar la igualdad de género en múltiples ámbitos: político, educativo, económico e integridad física. El índice se construye a partir de las respuestas a siete preguntas en la Encuesta Mundial sobre Valores. Dichas respuestas se utilizan para crear siete indicadores a partir de los datos obtenidos en 80 países y territorios, y abarca al 85 por ciento de la población mundial. Este informe ofrece una actualización del Índice de Normas Sociales de Género desde su elaboración por primera vez en 2019 (con datos del periodo 2010-2014), y comprende los datos más recientes disponibles para el periodo 2017-2022. 

En un contexto como el actual, en el cual en muchos sectores los avances en materia de igualdad son innegables, los resultados del informe parecen poco verosímiles. Pero, la mala noticia es que son reales. Concretamente, la publicación advierte que la mitad de la población mundial todavía cree que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres, y más del 40% opina que los hombres son mejores ejecutivos empresariales. Uno de los datos más alarmantes es que un alarmante 25% de la población cree que está justificado que un marido le pegue a su esposa.

Los especialistas del PNUD explican que estos sesgos siguen alimentando los obstáculos a los que se enfrentan las mujeres, que se manifiestan en el desmantelamiento de sus derechos por la reacción organizada contra la igualdad de la mujer, además de la escalada de violaciones de los derechos humanos en algunos países. Estos sesgos son palpables también en la enorme falta de representación de las mujeres en posiciones de liderazgo. En promedio, el porcentaje de mujeres que ocupan la jefatura de Estado o de gobierno se ha mantenido sin mayores cambios, alrededor del 10 por ciento, desde 1995.

La desigualdad de género en el mundo del trabajo es otro de los temas sobre los cuales indaga el informe. Entre otras desigualdades, existe una brecha salarial entre hombres y mujeres, donde las mujeres tienden a ganar menos dinero por el mismo trabajo realizado por hombres. Esta brecha salarial se debe a una combinación de factores, como la segregación ocupacional, la discriminación salarial y la falta de representación de las mujeres en puestos directivos y de toma de decisiones.

La segregación ocupacional es un concepto que hace referencia a que las mujeres y los hombres suelen tener una distribución desigual en diferentes ocupaciones. Algunas áreas, como la enseñanza y la enfermería, tienden a estar dominadas por mujeres, mientras que otras áreas, como la ingeniería y la tecnología, suelen estar dominadas por hombres. Esta segregación ocupacional contribuye a la brecha salarial y limita las oportunidades de las mujeres en ciertos campos.

Según los datos obtenidos por la investigación del PNUD en el mercado de trabajo las mujeres ocupan menos de la tercera parte de los cargos directivos. El informe pone el foco también en el nexo roto que existe entre el progreso de las mujeres en el ámbito educativo y su empoderamiento económico. Actualmente, las mujeres tienen más formación y habilidades que nunca. Sin embargo, en los 59 países en que las mujeres cuentan con un mayor nivel educativo que los hombres, la brecha media en los ingresos sigue siendo de un asombroso 39 por ciento en favor de los hombres.

¿Cómo cambiar esta realidad?

Sin dudas la principal transformación que es preciso desarrollar es cultural. El informe subraya el papel fundamental de los gobiernos a la hora de cambiar las normas sociales de género. Por ejemplo, las políticas en materia de permisos de maternidad y paternidad han transformado la percepción respecto a las responsabilidades en los trabajos de cuidados, y las reformas del mercado de trabajo también han generado cambios en la forma de percibir la contratación de mujeres.

Es cierto que el panorama es poco alentador, sin embargo, con definición política y presupuestos sólidos es posible hacer cambios. A pesar de la prevalencia continuada de sesgos contra las mujeres, los datos indican que el cambio sí es posible. Entre los 38 países con datos comparables en el tiempo,27 experimentaron un el aumento en la proporción de personas sin sesgo en ninguno de los indicadores. Los autores del informe remarcan que, si queremos impulsar el cambio hacia una mayor igualdad de género, es necesario poner el foco en la expansión del desarrollo humano a través de la inversión, el aseguramiento, y la innovación.

Esto supone, entre otras cosas, invertir en medidas legislativas y de política que promuevan la igualdad de las mujeres en la participación política, el desarrollo de mecanismos de aseguramiento, como el refuerzo de los sistemas sociales de protección y cuidado, y la estimulación de intervenciones innovadoras que puedan ser particularmente efectivas a la hora de hacer frente a las normas sociales dañinas, las actitudes patriarcales, y los estereotipos de género. Por ejemplo, la lucha contra los mensajes de odio y la desinformación sobre los géneros en Internet puede contribuir a una evolución de las normas sociales de género hacia una mayor aceptación e igualdad.

FInalmente, el informe recomienda abordar de manera directa las normas sociales mediante una educación que contribuya a transformar las actitudes de las personas, y de políticas y cambios legislativos que reconozcan los derechos de las mujeres en todos los ámbitos de la vida, así como a lograr una mayor representación de las mujeres en los procesos políticos y de toma de decisiones.

Consulta el reporte en: https://hdr.undp.org/content/2023-gender-social-norms-index-gsni

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