Ambas organizaciones trabajan de la mano para atender a Jeancarlo Cardozo, joven que fue sufrió un desafortunado accidente y se quemó parte del cuerpo
El trabajo esperanzador de Bancamiga Banco Universal y de la Fundación Tatuando Sonrisas llegó a Pendare, un caserío indígena en el Amazonas donde el joven Jeancarlos Cardozo sufrió quemaduras en el cuello y rostro, y que ahora se recupera satisfactoriamente.
Un accidente manipulando un envase con combustible le ocasionó lesiones serias, y a pesar de que su cara sanó satisfactoriamente, la lesión en su cuello se complicó y comenzó a formar queloides.
Este tipo de lesiones inquietan a todos en la comunidad. La lejanía de los servicios médicos despierta los miedos más fatales en todos.
La familia Cardozo recibió la primera opción de ayuda de una frecuente visitante de la localidad, quien hizo gestiones en el Hospital Ortopédico Infantil de Caracas, donde fue operado satisfactoriamente tras varias evaluaciones.
A pesar del esfuerzo puesto por toda la familia, los resultados no fueron los esperados. El queloide volvió a aparecer y la doctora encargada del caso fue enfática al explicar que no podía volver a operarlo.
Pero a pesar de este traspié, no se rindieron y siguieron la recomendación de la especialista, quien los refirió a la Fundación Tatuando Sonrisas, organización aliada de Bancamiga y a través de la cual se ha apoyado a pacientes que han sido víctimas de quemaduras y carecen de recursos económicos para pagar tratamientos con láser.

“Yo estoy profundamente agradecido con Bancamiga y con la doctora Katiuska Rivera de la Fundación Tatuando Sonrisas. Juntos tomaron el caso y la cicatriz del niño ha ido mejorando progresivamente. Ahora estamos en las expertas manos de la doctora Cristina Premerl”, expresó con entusiasmo Fabio Cardozo, padre de Jeancarlo.
Ha sido un tratamiento extenso y que ha requerido del esfuerzo sobrehumano de toda su familia para llevarlo cabo, pero poco a poco, el fantasma de la muerte ha cedido espacio a la fuerza de la esperanza. La cicatriz se ha ido borrando y la tristeza se ha convertido en alegría.
Cada mes, la familia Cardozo realiza una travesía completa para llegar a la Clínica La Floresta, en Caracas, para ser tratado: sus cinco miembros toman un bongo con motor fuera de borda y cruzan el río hasta Puerto Morganito, desde allí se trasladan hasta Puerto Ayacucho en carro, allí toman un autobús hasta Maracay y de Maracay hasta Los Teques, donde se quedan en casa de un conocido, para finalmente bajar a Caracas.
“Jamás imaginé la dificultad que enfrenta esta familia para acudir a las citas. Valoro que sean tan constantes. Es admirable el compromiso de sus padres. El niño ha evolucionado muy bien y habla mejor. Detrás de cada cicatriz hay una historia y esta es muy especial. Estamos felices de esta alianza con Bancamiga”, indicó la doctora Cristina Premerl, encargada del tratamiento.
Carmelo De Grazia Suárez, vocero de los ejes estratégicos de Responsabilidad Social de Bancamiga, enfatizó que “en el banco nos sentimos muy complacidos por la evolución del paciente y el apoyo que desde hace tres años brindamos a la fundación. Juntos creamos sonrisas”.