1 de marzo 2023
El pasado mes de enero, se publicó la decimoctava edición de “The Global Risks Report 2023” del World Economic Forum, que prevé los riesgos más graves a los que nos enfrentaremos en los próximos dos y diez años, destacando la “crisis del coste de vida” y los “riesgos climáticos y medioambientales”, para los períodos respectivos. En el mismo mes, se ha publicado también, la segunda edición del “Observatorio de riesgos para las empresas en España” del Institut Cerdà; el informe de riesgos adaptado a la realidad española que identifica 31 riesgos para este 2023, con un Top-10 y una serie de recomendaciones para su abordaje por parte de las empresas.
El World Economic Forum (WEF) ha identificado los riesgos percibidos más graves para las economías y las sociedades en los próximos dos y diez años, en su decimoctava edición del reporte anual “The Global Risks Report 2023” presentado el pasado mes de enero. Dicho informe también explora las conexiones entre estos riesgos, centrando el análisis en una posible “policrisis”, relacionada con la escasez de recursos naturales como los alimentos, el agua y los metales y minerales, e ilustra las consecuencias socioeconómicas y medioambientales asociadas a través de un conjunto de posibles futuros.
Dentro de los principales riesgos globales mencionados en el informe, la “crisis del coste de vida” domina los riesgos en los próximos dos años, mientras que “la pérdida de biodiversidad” y “el colapso de ecosistemas” representan aquellos riegos de más rápido deterioro durante la próxima década.
En referencia al ámbito español, el Institut Cerdà ha presentado, el pasado mes de enero, la segunda edición del “Observatorio de riesgos para las empresas en España”, un informe de riesgos que busca trasladar al contexto nacional y con el foco puesto en el tejido empresarial del territorio (especialmente en el campo de las inversiones, organización y personas, reputación, operaciones, cadena de suministro, instalaciones y competitividad), los análisis de informes internacionales de referencia, especialmente el reconocido y anteriormente mencionado “Global Risk Report” del WEF. En esta segunda edición, se han identificado treinta y un riesgos para 2023, destacando como los diez riesgos más importantes: la persistencia de la inflación, el incremento de las tensiones bilaterales entre países, la descarbonización acelerada de la economía, la falta de seguridad y accesibilidad energética, la escasez de materias primeras, el desajuste entre la oferta y la demanda laboral, la desigualdad y fractura social, los fenómenos meteorológicos extremos, los ciberataques y el desorden informativo.
Los riesgos globales (según el WEF):
En la siguiente imagen se observan los riesgos mundiales más graves que muchos esperan que se manifiesten a corto plazo (dos años) y los riesgos que probablemente serán más graves a largo plazo (diez años):
Como mencionamos anteriormente, la “crisis del coste de la vida” se clasifica como el riesgo mundial más grave en los próximos dos años, con un pico a corto plazo. Esta, sumada a la “crisis del suministro energético”, y a la “crisis del suministro alimentario” son los riesgos más graves que se prevé que afecten en 2023. La próxima década se caracterizará por crisis medioambientales y sociales, impulsadas por tendencias geopolíticas y económicas subyacentes.
Además de los principales riesgos mencionados al inicio de este apartado, el informe de WEF, menciona adicionalmente, los siguientes:
– Los gobiernos y los bancos centrales podrían enfrentarse a presiones inflacionistas persistentes en los próximos dos años, sobre todo ante la posibilidad de una guerra prolongada en Ucrania, la persistencia de los cuellos de botella provocados por una pandemia persistente y una guerra económica que estimule la desvinculación de la cadena de suministro.
– Un desajuste entre las políticas monetaria y fiscal aumentará la probabilidad de que se produzcan perturbaciones de liquidez, lo que indicaría una recesión económica más prolongada y problemas de endeudamiento a escala mundial.
– La fragmentación económica, las tensiones geopolíticas y una recuperación más inestable podrían contribuir a una angustia generalizada por la deuda en los próximos diez años.
– El final de la era de los bajos tipos de interés tendrá implicaciones significativas para gobiernos, empresas e individuos, cuyos efectos colaterales afectarán a los sectores más vulnerables de la sociedad, contribuyendo al aumento de la pobreza, la violencia y las protestas, la inestabilidad política e incluso colapso del estado.
– Las presiones económicas erosionarán los logros alcanzados por los hogares de renta media, estimulando el descontento, la polarización política y la demanda de mayores protecciones sociales en países de todo el mundo.
– La fragmentación geopolítica impulsará la guerra geoeconómica y aumentará el riesgo de conflictos multidominio y guerras asimétricas, con el despliegue selectivo de armamento de nueva tecnología a una escala potencialmente más destructiva que la vista en las últimas décadas.
– La investigación y el desarrollo en tecnologías emergentes continuarán a buen ritmo durante la próxima década, entrañando riesgos, desde el aumento de la desinformación, la ciberdelicuencia hasta una rotación inmanejablemente rápida de los puestos de trabajo.
– Los riesgos climáticos y medioambientales son el centro de las percepciones de los riesgos mundiales durante la próxima década, y son los riesgos para los que se considera que estamos menos preparados.
– El consumo de recursos naturales acelerará el colapso de los ecosistemas, amenazará el suministro de alimentos y los medios de subsistencia en las economías vulnerables al clima, amplificará los efectos de las catástrofes naturales y limitará los avances en la mitigación del cambio climático.
Las crisis concurrentes, los riesgos profundamente interconectados y la erosión de la resiliencia están dando lugar al riesgo de policrisis (cuando crisis dispares interactúan de tal manera que el impacto global supera con creces la suma de cada parte) de riesgos medioambientales, geopolíticos y socioeconómicos.
El informe del WEF finaliza con la identificación de cuatro futuros potenciales (conectando todos los riesgos identificados) centrados en la escasez de alimentos, agua y metales y minerales, los cuales podrían desencadenar en una crisis tanto humanitaria como ecológica: desde guerras por el agua y hambrunas, hasta una continua sobreexplotación de los recursos ecológicos y una ralentización de la mitigación y adaptación al cambio climático. El análisis de esto escenarios puede ser una herramienta útil para anticiparse mejor a las policrisis.
Los cuatro escenarios:
Utilizamos dos impulsores globales -la confrontación geoeconómica y la velocidad de la acción climática- se han creado los cuatro futuros a los que podríamos enfrentarnos en 2030, considerando las implicaciones potenciales basadas en la evolución de estos riesgos y sus interacciones:
ESCENARIO 1: Colaboración en materia de recursos: el peligro de la escasez natural.
En 2030, el mundo estará sujeto a dramáticos impactos climáticos, pero estaremos preparados.
– El capital, la propiedad intelectual y las innovaciones tecnológicas fluyen con relativa libertad a través de las fronteras. Existen mecanismos de financiación e innovación para apoyar la protección del clima frente a futuras catástrofes.
– Los gobiernos han priorizado ampliamente el gasto en adaptación y en mitigación, junto con otras preocupaciones sociales y de seguridad.
– La escasez de alimentos ha quedado amortiguada por la flexibilidad de las cadenas de suministro.
– Los impactos negativos se centran en los recursos que se enfrentan a barreras para el comercio o la ampliación: el agua y los minerales críticos.
– El descenso de la productividad agrícola provocado por el clima se ha afrontado con una serie de medidas en la mayoría de los países.
– Las intervenciones basadas en el clima y la naturaleza ayudan a transformar los sistemas alimentarios para que sean regenerativos, climáticamente inteligentes y saludables. La inseguridad alimentaria mundial sigue tendiendo lentamente a la baja.
– La asignación del riesgo ha empezado a alejarse de los trabajadores y las comunidades vulnerables.
– La carga de las continuas perturbaciones meteorológicas se ha compensado parcialmente mediante medidas de adaptación, financiadas por productos financieros adecuados.
– Persisten los riesgos: algunos recursos naturales son escasos, incluso en un mundo adaptado al clima y geopolíticamente cooperativo.
– La demanda de metales y minerales críticos concentrados geográficamente ha aumentado de forma espectacular, reflejando el impulso a favor de fuentes de energía seguras y renovables. Sin embargo, la escasez de materiales clave sigue siendo una preocupación a corto y medio plazo, dados los retrasos en la producción.
– Además, la preocupación por el medio ambiente ha limitado la extracción nacional en varias economías. El escrutinio de los inversores, las industrias derivadas y el público en general ha dado lugar a procesos de aprobación más largos y a normas medioambientales y sociales más estrictas.
– Las coaliciones de la industria están trabajando con gobiernos orientados al futuro para establecer los incentivos, los marcos políticos, las normas y certificaciones, y las capacidades centradas en la circularidad de la economía.
– A pesar de estos esfuerzos y de las continuas ambiciones climáticas, el aumento de los precios y la escasez están frenando el impulso de la transición hacia la energía verde a corto plazo. En las economías de renta baja que carecen de activos minerales y metálicos locales, la promesa de apoyo con infraestructuras de energía verde no se cumple en parte, y algunas están considerando volver a fuentes de energía intensivas en carbono para asegurarse la energía.
– La capacidad de ampliar el suministro de agua también se ha visto limitada. Las ciudades y los gobiernos locales y nacionales han dado prioridad a las medidas de control, eficiencia y producción de agua para hacer frente a sequías más frecuentes y graves y a la creciente huella hídrica de la producción de alimentos.
– La seguridad hídrica sigue amenazada en algunos países, con crecientes impactos regionales derivados de las crisis higiénicas y sanitarias, las migraciones urbanas, los desplazamientos internos y las migraciones involuntarias.
ESCENARIO 2. Limitación de los recursos: El peligro de la angustia divergente
A pesar de los fuertes vientos en contra a principios de la década de 2020, la cooperación geoeconómica se reanuda en la segunda mitad de la década, con un comercio mundial más fuerte y esfuerzos en la cooperación climática, reflejando la colaboración en materia de recursos. Sin embargo, la financiación nacional y la inversión global en medidas de adaptación, así como en innovación tecnológica, no ha seguido el ritmo de los impactos climáticos hasta la fecha, dadas las prioridades contrapuestas, el creciente déficit de seguros y los costes continuos de recuperación tras los desastres.
– En este futuro, ni siquiera la coordinación internacional puede hacer frente a la triple escasez de alimentos, agua y energía en las naciones más vulnerables, con una prolongada angustia inducida por el clima y perturbaciones del comercio y de la estabilidad política y económica.
– En ausencia de una intervención adecuada la disponibilidad de agua es ahora una preocupación en todas las regiones.
– El suministro de energía verde también está en peligro. Las empresas que extraen metales y minerales críticos en regiones con escasez de agua se enfrentan a interrupciones periódicas de las operaciones o cierres, o se ven obligadas a invertir en fuentes de agua que no compiten directamente con el consumo humano, lo que agrava parcialmente la escasez.
– La productividad agrícola se ve gravemente afectada por el cambio climático. El rendimiento de los cultivos ha disminuido en volumen y valor nutritivo debido al calor, los cambios en los patrones climáticos, las precipitaciones extremas secas y húmedas, y los cambios en la distribución de insectos, plagas y enfermedades.
– La libre circulación de las cadenas de suministro mundiales ha ayudado a distribuir el golpe general a los niveles de producción de alimentos, pero los países con mayor inseguridad de recursos son los vulnerables a dos crisis prolongadas: la deuda y el cambio climático.
– Se extienden las repercusiones socioeconómicas del riesgo de desindustrialización parcial causado por la escasez combinada de energía y agua.
– La paralización del transporte fluvial del comercio está perturbando con mayor regularidad las cadenas mundiales de suministro, ejerciendo presión sobre los transportes por carretera y ferrocarril y frenando el crecimiento económico mundial.
ESCENARIO 3. Competencia de recursos: El peligro de los autárquicos de recursos
En este futuro, hay una acción climática acelerada para 2030, pero las potencias mundiales aspiran a la autosuficiencia en recursos clave, lo que deja a muchos países emergentes y en desarrollo comparativamente expuestos. El aumento de la confrontación geopolítica se centra en el recurso geográficamente más concentrado: los metales y minerales.
– Estas rivalidades geopolíticas ponen de manifiesto la fragilidad de las cadenas de suministro mundiales con escasas oportunidades de diversificación geográfica. Además, estos recursos estratégicos se han convertido en uno de los principales frentes de la guerra económica durante la segunda mitad de la década.
– La escasez inflada artificialmente por rivalidades geoeconómicas y la volatilidad de los precios, han reverberado en las cadenas de suministro de múltiples industrias. Se han producido cadenas de suministro más cortas que reflejan alianzas geopolíticas.
– La intervención del Estado se ha hecho más común y estricta, con una planificación gubernamental que asigna directa e indirectamente los recursos disponibles a las industrias prioritarias.
– Se ha incrementado la autosuficiencia en fuentes de producción de alimentos en los países que pueden permitírselo, mejorando la productividad alimentaria, en parte gracias a la tecnología, como la edición genética de los cultivos.
– La eficiencia en las prácticas agrícolas, el uso de la tierra y los sistemas alimentarios ha permitido a algunos países desvincular las tendencias de la seguridad alimentaria y la biodiversidad.
– La pobreza mundial, las crisis de los medios de subsistencia relacionadas con el clima, la malnutrición y las enfermedades relacionadas con la alimentación, la inestabilidad estatal y la migración involuntaria han aumentado, alargando y extendiendo la inestabilidad y las crisis humanitarias del coste de vida.
ESCENARIO 4. Control de recursos: El peligro de las guerras de recursos
Para 2030, la inversión en medidas de adaptación no ha seguido el ritmo de los impactos climáticos hasta la fecha. Al mismo tiempo, la dinámica geopolítica ha hecho que la crisis de los recursos naturales pase de ser una crisis de asequibilidad a una de disponibilidad, creando una crisis económica, medioambiental y humanitaria en cascada en casi todos los países.
– Sobre la base de las limitaciones de recursos, tanto la asequibilidad como la disponibilidad están aumentando la desigualdad. Como reflejo de la competencia por los recursos, se han ampliado las fuentes autosuficientes de producción de alimentos, pero con un reparto limitado de la innovación y la financiación.
– Las comunidades socioeconómicas más bajas y los países han recurrido a cambios en la elección de cultivos y en los patrones de uso de la tierra para mantener el crecimiento actual de la producción. La agricultura se ha convertido en un impulsor aún mayor de las emisiones globales.
– El desmonte de tierras para cultivos y pastoreo ha provocado la deforestación, y el aumento de la ganadería ha provocado aún más emisiones. La agricultura intensiva e ineficiente ha agravado la degradación del suelo, el estrés hídrico, la contaminación y la disminución de la capacidad de producción. Cada vez se da más prioridad a la agricultura, en detrimento de los biocombustibles y las infraestructuras energéticas ecológicas.
– El estrés hídrico se ha generalizado. La escasez cada vez más generalizada, combinada con la parálisis de los mecanismos de cooperación internacional, ha hecho necesario un cierto nacionalismo del agua, que se traduce en prolongadas disputas entre países vecinos.
– Las condiciones de escasez consolidaron inicialmente la influencia de los bloques geopolíticos, reflejando en gran medida las dependencias comerciales de las materias primas, así como los flujos de innovación e información. Sin embargo, cada vez más, la desconfianza entre las potencias mundiales está exacerbando artificialmente las crisis de suministro a escala global.
– Los conflictos y la violencia transfronterizos se han convertido en una de las pocas formas que tienen los Estados de asegurarse el suministro de recursos estratégicos.
– La inseguridad alimentaria, energética e hídrica se convierte en un factor de polarización social, disturbios civiles e inestabilidad política tanto en las economías avanzadas como en las economías en desarrollo. También se convierte en motor del terrorismo transfronterizo, con efectos devastadores dada la proliferación de armamento de alta tecnología.
– En este futuro, ha habido pocos incentivos, o margen fiscal, para invertir en el cambio climático y la protección del medio ambiente. La sobreexplotación y la contaminación se han extendido.
– La magnitud de las crisis humanitarias y medioambientales pone de manifiesto la parálisis y la ineficacia de los principales mecanismos multilaterales a la hora de abordar las crisis a las que se enfrenta el orden mundial, lo que se traduce en una espiral de policrisis que se autoperpetúa y se agrava.
El informe “The Global Risks Report 2023” se sustentó principalmente en la Encuesta de Percepción de Riesgos Mundiales (que reúne la opinión de más de mil doscientos expertos del mundo académico, las empresas, los gobiernos, la comunidad internacional y la sociedad civil) y en la Encuesta de Opinión Ejecutiva del WEF (realizada a más de doce mil líderes empresariales en ciento veintiún economías e integrada por las opiniones analíticas y prospectivas de destacados expertos).
Los riesgos en el ámbito español:
El informe “Observatorio de riesgos para las empresas en España”, busca trasladar al contexto nacional, y con el foco puesto en el tejido empresarial del territorio, los análisis de informes internacionales de referencia, especialmente el ya mencionado, Global Risk Report, del WEF. En esta segunda edición, el Institut Cerdà ha identificado para este 2023, 31 riesgos, agrupados en seis ámbitos, tal como se muestran a continuación:
Además de estos treinta y un riesgos, en esta 2ª edición el informe identifica y destaca nuevos riesgos, a saber:
– La gran dependencia del transporte de mercancías por carretera en España, con una asignatura pendiente como es la mejora del transporte ferroviario de mercancías y su incidencia directa en la competitividad de la empresa española.
– El incremento del proteccionismo derivado de la volatilidad económica y el incremento de las barreras.
– La incidencia de la inestabilidad de las economías emergentes y la exposición de las empresas españolas a la evolución de su entorno económico, social y regulatorio.
– La pérdida de patrimonio natural y biodiversidad derivada de las consecuencias del cambio climático.
– El desgaste del bienestar físico y mental de los trabajadores, después de dos años marcados por la gestión y el control de la pandemia, y una situación marcada por la incertidumbre económica y social.
– La incidencia de la precarización del empleo, debido a la importancia que tienen los ingresos del trabajo, tanto a nivel de la persona como en la propia cohesión de la unidad familiar.
El TOP 10 de Riesgos:
Para la selección de los 10 riesgos de mayor relevancia en este 2023, el Institut Cerdà se ha basado en los siguientes tres criterios: la singularidad, la necesidad urgente de actuar con una visión de planificación a corto, medio y largo plazo y la previsión de aceleración de aquellos riesgos que ya vienen evolucionando de años anteriores.
Por su singularidad destacan:
– La persistencia de la inflación.
– El incremento de las tensiones bilaterales entre países ya sea mediante conflictos bélicos o menos evidentes (ciberguerra, sabotajes…)
– La descarbonización acelerada de la economía, debido a las tensiones que causará con la realidad existente.
Por la urgencia de su gestión por parte de las empresas (con una visión a corto, medio y largo plazo) destacan:
– La falta de seguridad y accesibilidad energética.
– La escasez de materias primeras, por su papel en la viabilidad de distintos modelos de negocio.
– El desajuste entre la oferta y la demanda laboral, con consecuencias tanto en el tejido productivo como, y especialmente, en el ecosistema social.
Por la previsión de incremento o mayor gravedad, se destacan los siguientes riesgos:
– La desigualdad y fractura social.
– Los fenómenos meteorológicos extremos.
– Los ciberataques y el desorden informativo.
El informe del Institut Cerdà ofrece una serie de recomendaciones para que las empresas gestionen cada uno de los treinta y un riesgos identificados.
Para elaborar la segunda edición del “Observatorio de riesgos para las empresas en España”, el Institut Cerdà ha consultado y contrastado la identificación y descripción de los distintos riesgos, con un grupo de 33 expertos de los ámbitos social, económico, tecnológico y medioambiental, tanto de instituciones públicas, como del mundo empresarial y social.