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Comenzamos nuestro trabajo sobre este libro escrito por Jamie Thom, profesor de inglés durante 12 años y ahora formador de docentes en la Universidad de Edimburgo. Este libro parte de una premisa: nuestra capacidad para comprender las experiencias de los adolescentes influencia profundamente si van a aprender algo o no en nuestra compañía. De hecho, una de las cosas que más me gusta del libro es que cada capítulo empieza con una pregunta lanzada a cientos de adolescentes y un compendio de algunas de sus respuestas. Es muy clarificador leer lo que piensas muchas de estas personas jóvenes, y realmente no me parece tan diferente de lo que dirían mis alumnos hoy en día. ¿Les escuchamos?
Por eso, el autor defiende que un objetivo debe ser cuestionar una visión negativa de los adolescentes: debemos esforzarnos por crear nuevas historias sobre cómo son, y las cualidades y logros que pueden aportar, y en muchos casos aportan, a nuestra sociedad. Y esto hay que hacerlo explícitamente: necesitamos asegurarnos de que planificamos oportunidades para demostrar estas cualidades. Pueden ser momentos simples, como reírnos con ellos, a otras más estratégicas como proyectos de justicia social u otros que les conecten con su entorno.
El cerebro adolescente
Un primer paso para comprenderlos es conocer que durante la adolescencia ocurren muchos cambios a nivel cerebral, que reestructuran la arquitectura cognitiva. Además, es una etapa de una enorme plasticidad, lo que explica los enormes cambios que pueden suceder en ella.
Mientras que los adultos procesamos la información esencialmente con la corteza prefrontal, en los adolescentes es la amígdala la que tiene un papel predominante. Por eso, la conexión entre las emociones y la toma de decisiones es mucho mayor.
A lo largo de la adolescencia el cerebro también sufre un proceso de «poda neuronal» bajo el principio «o lo usas o lo pierdes», de manera que las conexiones que no se utilizan son podadas en la adolescencia. Esto ocurre para mejorar la eficiencia de su funcionamiento. Para este proceso es esencial un entorno seguro en el que asumir riesgos saludables, que no siempre se da en el entorno familiar y es un factor importante a tener en cuenta. Además, el sueño es fundamental.
Una primera aproximación: el lenguaje no verbal
En la segunda parte del libro, el autor nos habla de que la comunicación no verbal resulta de especial importancia en un cerebro dominado por la amígdala. Para eso, nos aconseja «romper la línea» que separa la pizarra del alumnado. Muchos mensajes son recibidos de manera diferente porque hay una aproximación física, que también comunica cercanía y cuidado. Pequeños gestos como sonreír de vez en cuando, comunican proximidad y confianza. Esto no quiere decir ponernos una sonrisa falsa, sino tratar de cultivar pequeños gestos que favorecen un buen clima.
Otro aspecto esencial es el contacto visual. Jaime Thom nos pregunta cómo nos sentiríamos hablando con alguien al que siempre tenemos que mirar hacia arriba. En algunos casos esta situación puede recordar a la impotencia frente a unos padres agresivos. Por eso nos aconseja acercarnos y ponernos a la altura de ojos, mirando directamente a los ojos de la persona con la que vamos a hablar, indicando que deseamos una comunicación directa.
La postura es otro aspecto a trabajar, en el que deberíamos confiar menos en la espontaneidad. Una postura que transmita seguridad y confianza es clave. Algo en lo que podemos ensayar, según este autor, y que aportará beneficios a largo plazo para todos.
Qué hacer con los que no responden a estas claves
Llegamos a las páginas fundamentales del libro, que forman parte de la tercera sección. En especial, se refieren a adolescentes que se comportan mal en clase. Como ya hemos visto en esta breve introducción, el comportamiento de los adolescentes está influencia por numerosos factores. Tener conciencia del contexto de cada persona nos ayuda a manejar las opciones para responder adecuadamente. Al ser muy claros en nuestra comunicación sobre el comportamiento, nos aseguramos que estos adolescentes tengan las mejores oportunidades posibles para realizar las decisiones que necesitan para lograr mejorar.
El autor sugiere cuatro factores a tener en cuenta:
- La aprobación social, que es particular importante durante la adolescencia.
- Los entornos familiares difíciles.
- La falta de comprensión general por falta de conocimientos previos.
- El aburrimiento, algo también propio de la adolescencia donde se marcan las preferencias personales.
Para ayudarnos, nos sugiere que tengamos una estructura clara de la clase. Comenzar con unos objetivos de la sesión puede ser de ayuda, enlazando lo que vamos a aprender con las actividades que se realizarán durante la clase. Compartir el tiempo que dedicaremos a cada cosa puede ser una manera de que estén preparados para lo que sucederá después de cada cosa, generando tranquilidad y confianza.
Pero la idea fundamental, y con la que me quedo del libro, es que para gestionar el mal comportamiento hay que despersonalizarlo. Es decir, describirlo brevemente y dar una indicación rápida que no nos enzarce en una discusión acalorada con una persona, mientras desatendemos a los restantes 28. Para eso, el autor nos propone eliminar las preguntas retóricas ¿Por qué no me haces caso? ¿Por qué no estás sentado? y enfocarnos al comportamiento y no al estudiante. Por ejemplo:
«Ahmad, tus decisiones hoy están dificultando que te concentres. El trabajo de hoy es importante y realmente me gustaría que lo intentaras».
Jamie Thom también explora el desafío de tener conversaciones difíciles, como hablar sobre problemas de comportamiento, bajo rendimiento académico o problemas emocionales. Ofrece consejos para preparar la conversación, como asegurarse de que haya privacidad y tiempo suficiente para la discusión, para asegurarse de que el adolescente se sienta escuchado y comprendido. Es fundamental en esa conversación comunicar expectativas claras a los adolescentes. Thom sugiere que los adultos necesitan ser claros y específicos sobre lo que esperan de los adolescentes, y proporciona técnicas para hacerlo de manera efectiva. También enfatiza la importancia de establecer consecuencias claras y consistentes para el incumplimiento de las expectativas, algo de lo que ya hablamos aquí.
En la sección sobre manejo de conflictos, Thom destaca la importancia de comprender la perspectiva del adolescente y ofrecer opciones y alternativas en lugar de simplemente imponer soluciones. También proporciona sugerencias sobre cómo manejar situaciones de disciplina de manera efectiva, enfatizando la necesidad de construir una relación positiva y respetuosa con el adolescente antes de abordar los problemas de comportamiento. Por ejemplo:
- Fomentar la comunicación abierta y honesta: Thom sugiere que los adultos deben ser modelos de una comunicación abierta y honesta para los adolescentes. Esto significa escuchar activamente, mostrar empatía y ser respetuosos en todas las conversaciones.
- Proporcionar retroalimentación positiva: Es importante que los adultos proporcionen retroalimentación positiva a los adolescentes en lugar de solo enfocarse en las críticas y los errores. Esto puede ayudar a fomentar la autoestima y la confianza de los adolescentes.
- Fomentar la resiliencia: Thom destaca la importancia de fomentar la resiliencia en los adolescentes, ayudándolos a desarrollar habilidades para manejar el estrés y la adversidad. Esto puede incluir enseñar técnicas de relajación y meditación, fomentar la actividad física y alentar la participación en actividades que les interesen.
- Promover la conexión social: Es importante que los adolescentes se sientan conectados socialmente y tengan relaciones positivas con sus compañeros y adultos. Thom sugiere que los adultos pueden ayudar a los adolescentes a desarrollar estas conexiones al alentar la participación en actividades sociales y comunitarias, y al proporcionar oportunidades para interactuar con otros adolescentes y adultos.
- Proporcionar un entorno seguro y estructurado: Los adolescentes necesitan un entorno seguro y estructurado para prosperar. Esto puede incluir establecer límites claros y consistentes, proporcionar un espacio privado y seguro para que los adolescentes se comuniquen y se relajen, y establecer rutinas diarias que les ayuden a sentirse seguros y organizados.
En la última parte del libro, el autor aborda el tema de la salud mental y el bienestar de los adolescentes. Explica cómo los adultos pueden identificar signos de problemas emocionales en los adolescentes y destaca la importancia de fomentar la autoestima y la resiliencia en los adolescentes, y brinda sugerencias para promover un entorno positivo y de apoyo. En resumen, un libro muy recomendable sobre un tema del que nos queda mucho por aprender.