El tabaco y el complejo camino hacia una medicina informada por la evidencia – INVESTIGACIÓN DOCENTE

Educación

Buy Me a Coffee at ko-fi.com

Recomiendo leer

Uno de los casos más emblemáticos del proceso de incorporar evidencias a la medicina fue la batalla científica para demostrar que el tabaco causa cáncer. Durante décadas, los científicos enfrentaron escepticismo, tácticas de desinformación y conflictos de interés promovidos por la industria tabacalera, que protegía su negocio financiando estudios que ponían en duda la relación entre el tabaco y el cáncer de pulmón.

A mediados del siglo XX, las tasas de cáncer de pulmón estaban aumentando de forma alarmante en países donde el consumo de tabaco se había disparado tras la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Los médicos comenzaron a notar una asociación entre el tabaquismo y esta enfermedad, pero demostrar causalidad era complicado.

El estudio clave llegó en la década de 1950, cuando los epidemiólogos británicos Richard Doll y Austin Bradford Hill publicaron un estudio en el British Medical Journal que mostró que los fumadores tenían tasas significativamente más altas de cáncer de pulmón que los no fumadores. Más tarde, en 1964, el Informe del Cirujano General de EE.UU. confirmó oficialmente el vínculo entre fumar y enfermedades mortales, como el cáncer de pulmón y las enfermedades cardiovasculares.

En un mundo donde la relación causa-efecto en enfermedades como el escorbuto (por falta de vitamina C) o la peste bubónica (por la infección de la bacteria Yersinia pestis) era fácil de demostrar, el cáncer presentaba un desafío diferente. Al no ser una enfermedad infecciosa, sino un proceso lento y multifactorial, los escépticos argumentaban:

1. Correlación no es causalidad: Se argumentaba que fumar podía estar correlacionado con el cáncer de pulmón, pero que quizás había otros factores en juego, como la contaminación del aire o predisposiciones genéticas.

2. El sesgo del fumador: Algunos estudios sugerían que los fumadores podían tener estilos de vida menos saludables en general (dieta, alcohol, estrés), lo que podía ser la causa real del cáncer en lugar del tabaco.

3. La falta de evidencia experimental directa: A diferencia de enfermedades causadas por patógenos, era difícil hacer experimentos controlados en humanos. Fumar no se podía administrar a un grupo de prueba de manera ética.

Uno de los aspectos más fascinantes para mí de la lucha científica contra el tabaco es la forma en que la industria tabacalera reaccionó ante las crecientes pruebas de que fumar causaba cáncer de pulmón. En lugar de aceptar los hallazgos, las grandes compañías desarrollaron una estrategia sistemática para sembrar duda en la opinión pública y en la comunidad científica. Esta estrategia, posteriormente conocida como The Doubt Strategy (La Estrategia de la Duda), ha servido de modelo tras campañas destinadas a utilizar la duda para mantener el negocio.

Algunas estrategias para desacreditar las pruebas en contra del tabaco

1. La estrategia de la duda: “La duda es nuestro producto”

En 1969, un memorando interno de la compañía tabacalera Brown & Williamson reveló el núcleo de su estrategia:

“La duda es nuestro producto, ya que es la mejor forma de competir con el ‘cuerpo de hechos’ que existe en la mente del público en general. Es también el medio para establecer una controversia.”

El objetivo era claro: no era necesario refutar la evidencia científica, sino hacer creer al público que la evidencia no era concluyente. Si la gente pensaba que el debate científico seguía abierto, seguirían fumando.

2. Uso de científicos y “expertos” pagados

Las tabacaleras invirtieron millones de dólares en financiar estudios que pusieran en duda la relación entre el tabaco y el cáncer. En muchos casos, estos estudios eran diseñados para encontrar cualquier otra posible causa de la enfermedad, como la contaminación, el estrés o incluso factores genéticos.

Por ejemplo, en 1954, la Tobacco Industry Research Committee (TIRC) afirmaba de un informe:

“Los experimentos que han intentado vincular el tabaquismo con el cáncer de pulmón han fallado en considerar muchas otras causas posibles de la enfermedad. No se ha probado científicamente que fumar cigarrillos cause cáncer de pulmón.”

La TIRC, aunque parecía un grupo independiente de investigación, era en realidad una organización financiada por la industria tabacalera para fabricar dudas sobre los estudios legítimos.

3. Manipulación del lenguaje: “No se ha demostrado” vs. “No es cierto”

Un truco sutil pero poderoso en la fabricación de la duda fue el uso preciso del lenguaje para evitar refutar directamente la evidencia científica, mientras se sembraba incertidumbre. Un ejemplo clásico de esto es la declaración del abogado de Philip Morris, William Shinn, durante un juicio en 1998:

“No estamos diciendo que fumar no cause cáncer. Solo estamos diciendo que no se ha probado científicamente con una certeza del 100% que sea la única causa.”

Este tipo de afirmaciones creaban la falsa impresión de que la ciencia aún no había llegado a una conclusión, cuando en realidad ya existía un consenso abrumador sobre los efectos nocivos del tabaco.

4. Creación de “ciencia basura” con estudios de bajísima calidad metodológica.

Las compañías tabacaleras no solo financiaron estudios que minimizaban los efectos del tabaco, sino que también promovieron investigaciones en áreas irrelevantes para desviar la atención. Por ejemplo, en los años 70 y 80, Philip Morris financió estudios sobre la contaminación del aire, argumentando que los contaminantes urbanos eran una posible causa de cáncer de pulmón. En documentos internos de la empresa se decía:

“Si conseguimos convencer a la gente de que la contaminación es un problema de salud más grande que el tabaco, podemos retrasar regulaciones y litigios contra nosotros.”

5. El “lobby del tabaco” y la presión política

Otro método crucial en la fabricación de la duda fue la presión política. La industria tabacalera invirtió millones de dólares en campañas de relaciones públicas, presionando a políticos y reguladores para retrasar las medidas antitabaco. Un ejemplo clave de esto ocurrió en 1994, cuando los directivos de las siete principales compañías tabacaleras de EE.UU. testificaron ante el Congreso y negaron bajo juramento que la nicotina fuera adictiva.

6. Vincular afirmaciones científicas a posiciones políticas

Uno de los ejemplos más reveladores es el ataque contra el Dr. Stanton Glantz, un científico que expuso documentos internos de la industria tabacalera y lideró investigaciones sobre los efectos del humo. La industria lo retrató como un “activista radical” y un “antitabaquista fanático” con supuestos vínculos con movimientos de izquierda.

En documentos internos de Philip Morris, se discutía cómo desacreditar a Glantz vinculándolo con una agenda “hippie” y “antiempresarial”:

“Glantz y su grupo no son científicos imparciales, sino activistas con una agenda política. No buscan la verdad, sino imponer su visión del mundo en la sociedad.”

Otra táctica recurrente fue presentar las restricciones al tabaco como medidas propias de regímenes totalitarios. En los años 80 y 90, cuando en EE.UU. se discutía la prohibición del tabaco en espacios públicos, la industria tabacalera promovió la narrativa de que estas regulaciones eran comparables a la censura en la Unión Soviética o la Alemania Nazi.

En 1994, en respuesta a una propuesta de regulaciones federales sobre el tabaco, un ejecutivo de R.J. Reynolds escribió en un memorando interno:

“Los defensores de la prohibición del tabaco no son diferentes a los socialistas que quieren controlar todos los aspectos de la vida de los ciudadanos. Si dejamos que esta cruzada continúe, ¿qué será lo próximo? ¿Prohibir la carne roja? ¿El alcohol? ¿El azúcar?”

Uno de los mensajes más efectivos de la industria fue presentar el tabaquismo como una elección personal y cualquier intento de regulación como una violación de la libertad individual. En los años 90, Philip Morris lanzó una campaña publicitaria con el lema:

“Hoy atacan a los fumadores. Mañana podrían atacarte a ti.”

En un informe interno de 1993 de British American Tobacco, se sugería que la mejor estrategia para frenar las regulaciones era asociar a los activistas antitabaco con una ideología extrema:

“Debemos posicionar a los activistas como enemigos de la libertad individual y aliados de un gobierno que quiere regular todos los aspectos de la vida. Necesitamos generar la percepción de que se trata de un ataque ideológico y no de una cuestión de salud pública.”

Conclusiones

Cada vez que un grupo poderoso se enfrenta a un conjunto de indicios científicos que amenazan su negocio, la respuesta no es refutar la ciencia con mejores datos, sino confundir a la gente con mensajes como los que figuran en esta entrada.

Comprender cómo se ha fabricado la duda en el pasado nos ayuda a reconocer estos patrones en el presente y actuar con pensamiento crítico ante la desinformación. La historia del tabaco nos muestra que las pruebas científicas, con mucho esfuerzo, pueden prevalecer. A veces con coste personal. Pero solo si la sociedad está dispuesta a reconocer y resistir las estrategias de manipulación.

Antes de esto, muchas decisiones médicas se tomaban basadas en la intuición o la tradición. Sin embargo, el rigor científico ayudó a establecer una relación causal entre el tabaco y el cáncer a través de estudios epidemiológicos, experimentos en animales y pruebas bioquímicas.

La moraleja final es que las pruebas científicas deben ser rigurosas y acumulativas, pero sobre todo deben ir acompañadas de estrategias de comunicación efectiva, políticas públicas y de una ciudadanía crítica que pueda identificar cuándo se está fabricando la duda con intereses ocultos.

Bibliografía utilizada

• Brandt, A. M. (2007). The Cigarette Century: The Rise, Fall, and Deadly Persistence of the Product That Defined America. Basic Books.

• Doll, R., & Hill, A. B. (1950). Smoking and carcinoma of the lung; preliminary report. British Medical Journal, 2(4682), 739-748.

• Proctor, R. N. (2012). Golden Holocaust: Origins of the Cigarette Catastrophe and the Case for Abolition. University of California Press.

• U.S. Department of Health and Human Services. (1964). Smoking and Health: Report of the Advisory Committee to the Surgeon General of the United States.



Ver fuente