Ya somos 8 mil millones… pero el problema es el consumo, no la población

Noti-RSE Conciencia ambiental

Datos de la Organización de la Naciones Unidas (ONU) han revelado que ya somos 8 mil millones de personas, un hito en el desarrollo humano. Y como suele ser el caso, han surgido debates acalorados sobre la llamada «capacidad de carga» del planeta, es decir, el número de individuos de una especie que puede vivir en un determinado ambiente de forma sostenible, según The Conversation.

La cifra representa una ocasión para celebrar la diversidad y los avances al tiempo, pero también es un llamado a la responsabilidad compartida de la humanidad por el cuidado ambiental, señaló el secretario general de la ONU, António Guterres.

Planeta sostenible para todas las personas

De acuerdo con los expertos, la discusión sobre la capacidad del planeta ha tomado particularmente dos vertientes. Hay quienes argumentan que necesitamos reducir drásticamente la población humana para evitar una catástrofe ecológica. Y luego están aquellos que creen que la tecnología encontrará soluciones inteligentes sin necesidad de abordar activamente el problema de que ya somos 8 mil millones de personas.

Los especialistas han estado debatiendo estos temas demográficos al menos desde el siglo XVIII, cuando el economista británico Thomas Malthus publicó un ensayo sobre el principio de la población, posiblemente el primer tratado que habla sobre la relación entre el crecimiento de la población, la escasez de los recursos y, por ende, una progresiva disminución de la natalidad.

Sin embargo, unas décadas más tarde, la Revolución Industrial (que el economista británico no había podido anticipar) introdujo al mundo en una era de abundancia, relegando las sombrías predicciones de Malthus sobre la inevitabilidad de la escasez a los márgenes del debate científico.

Los recursos naturales son finitos

No obstante, el crecimiento de las tasas de nacimiento y la capacidad para satisfacer las necesidades presentes sin afectar las de las generaciones futuras, ha sido una preocupación constante. A fines de la década de 1960, el profesor de Stanford Paul Ehrlich recuperó nuevamente el tema en su libro: The Population Bomb (1968), y abogó por una acción inmediata para limitar el crecimiento de la población en un planeta finito.

Su recomendación fue reiterada unos años más tarde por el Club de Roma, una red internacional de científicos e industriales. En su informe de 1972 Los límites del crecimiento demostraban acertadamente la relación dinámica entre el aumento del consumo y la idea de “límites planetarios” que no se pueden traspasar sin arriesgar un cambio ambiental severo.

Básicamente, el concepto de límites planetarios presenta un marco conceptual que evalúa el estado de 9 procesos fundamentales para la estabilidad del sistema Tierra y sugiere una serie de umbrales para estos procesos que, en caso de ser superados, pueden poner en peligro la habitabilidad. El objetivo del estudio ha sido definir un «espacio de actuación seguro para el desarrollo humano» que pudiera ser utilizado por los gobiernos y sociedades en todos los niveles.

El problema no es que ya somos 8 mil millones… es el consumo

Si bien, hay pocas dudas de que la raza humana ha traspasado los límites planetarios, excediendo actualmente el espacio operativo seguro en al menos seis de los nueve dominios, este análisis parece a menudo pasar por alto que los estándares de vida, incluso en comunidades pequeñas, conducen a graves impactos ecológicos.

Es difícil estimar cuántos humanos puede tolerar de forma sostenible el planeta, mientras las políticas parecen guiarse más sobre el argumento de que el crecimiento demográfico mundial disminuirá tan pronto como continentes como Asia y África alcancen niveles de desarrollo similares a los de Europa y América del Norte.

Pero existe una falacia con respecto a lo anterior. Los científicos ambientales coinciden en que el impacto en general es también resultado del aumento en las demandas, al sustentar el consumo per cápita, lo que resulta en poblaciones más pequeñas pero impactos ecológicos mucho mayores.

Un ejemplo de ello es China, sus tasas de crecimiento de la población se han reducido significativamente. En contraparte, sus sus niveles generales de consumo incrementaron enormemente, lo que resultó en un impacto neto mucho peor.

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Desarrollar una «economía del bienestar»

Lo mismo se aplica a la India y a la mayoría de las economías emergentes y en desarrollo. Si esta tendencia de consumo continúa, podemos terminar con una población global más pequeña pero con efectos significativamente más destructivos.

La propuesta que plantea el nuevo informe del Club de Roma, titulado Earth4All, sosteniene que los países (especialmente los más industrializados) deberían reemplazar la búsqueda del crecimiento económico con medidas más amplias de bienestar social y ecológico. Esto daría como resultado una disminución significativa en el consumo de materiales, sin socavar la calidad de vida en general.

¿Qué implica esto en la práctica? Se refiere a que las políticas gubernamentales deberían enfocarse en fomentar un mejor equilibrio entre la vida laboral y personal y la igualdad de género, ya que el empoderamiento de las mujeres es un factor determinante clave del crecimiento de la población.

El bienestar humano y del planeta: Ya somos 8 mil millones

Del mismo modo, señala que necesitamos prácticas regenerativas y soluciones locales para la fabricación y la producción de alimentos —aproximadamente el 30 % de la comida en todo el mundo se pierde o se desperdicia debido al consumo excesivo y los estándares estéticos—.

Por lo que se hace imperante apostar por un enfoque de «economía del bienestar», entendiendo este como un tipo diferente de desarrollo, capaz de combinar una alta calidad de vida con impactos muy limitados en el medio ambiente, a pesar de que ya somos 8 mil millones de habitantes.

Quizás sea el momento de repensar la perspectiva que sugiere la riqueza y desarrollar diferentes formas de mejorar el nivel de vida. Uno en el que se encuentre el equilibrio adecuado en el entorno en que vivimos.

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