Hablamos con el doctor Medrano sobre el poder de la inteligencia artificial y de su papel en el mundo de la medicina. En la entrevista con EFEsalud, deja claro que las máquinas, a pesar de su gran potencial, no sustituirán a los seres humanos, y del gran reto que hay por delante: su regulación.
En 2021 Forbes incluyó a Medrano en su lista de los cien españoles más creativos del mundo de los negocios, y este año en la lista de los 23 changemakers (agentes de cambio). Como neurólogo del Hospital Ramón y Cajal de Madrid coordinó la estrategia de investigación.
Con Savana, pone a disposición de los hospitales el acceso a millones de historiales clínicos reales -y anónimos- que sirven de referencia para los diagnósticos. Ya está en más de 250 hospitales y en una docena de países.
¿Doctor Medrano, cuándo se dio cuenta del futuro de la inteligencia artificial en la medicina?
Yo era jefe de residentes y adjunto de neurología. Sin una razón muy particular, como yo creo que mucha otra gente, vi que se estaba acumulando mucha información en Internet. El pensar que cuantos más datos acumulas del pasado, que es lo que llamamos la estadística, más probabilidad tienes de anticipar el futuro, que es lo que llamamos la probabilidad, de alguna manera, computacionalmente, estaba explotando y lo podías ver en muchos ámbitos.
Entonces empecé a pensar que por qué la medicina iba a ser una excepción. Me fui con el programa de Singularity University, en California y ahí descubrí lo que eran las redes neuronales y el machine learning. Y dije, ah, espérate, que esta gente ha inventado una tecnología que es capaz de ver patrones en datos masivos, incluso aunque no sepa de lo que está hablando, el poder del dato masivo como un predictor de lo que va a ocurrir. Eso es muy potente y en medicina lo podemos aplicar. Era 2014.
Y entonces ahí sí lo vi claro. Que la inteligencia artificial no va a ser una pequeña moda más, no va a ser un juguete más, no va a ser como el metaverso, como una red social. No. Va a ser algo muy serio, que va a cambiar la manera en que hacemos medicina.
¿Y fue así como nació Savana?
Sí. Pensé con mis colaboradores, con los cofundadores de Savana, Jorge Tello y Alberto Jiménez, si esto va a ser así, pues contribuyamos, no nos quedemos de espectadores.
Mucha gente va a pensar en grandes datos y computación para predecir en genómica, en proteómica, en microbiónica, en imagen…a la imagen se va a ir mucha gente, y pensamos, ¿Adónde nos podemos ir que no sea tan obvio, pero que vaya a ser importante? Pues los datos de la historia clínica, ahí hay muchísima información, muchísimas variables para hacer predicción clínica.
Además, aprovechamos una pequeña coyuntura, un poco casual. Y es que España era un país muy avanzado en historia clínica electrónica, cuando en 2014 casi todos los países estaban aún en papel. España había hecho ya un gran esfuerzo, ya se había gastado mucho dinero en digitalizar su historia clínica. Era un buen sitio para empezar.
¿Hacia dónde se dirige la inteligencia artificial en medicina?
Cuando tú miras las noticias o cuando ves los inversores, los políticos, incluso casi todo el mundo cuando piensa en inteligencia artificial y medicina de una manera natural, la mente se va a herramientas para diagnosticar, clasificar mejor que lo que lo hace la mente humana. Eso no va desencaminado, no es mentira.
Hay un montón de herramientas de inteligencia artificial que sirven para screening, para hacer triaje en urgencias, para mirar el fondo de ojo y ver una retinopatía diabética donde el ojo humano no la ve.
Estupendo. Ha habido herramientas diagnósticas para el COVID, perfecto. Pero yo pienso, y así lo he defendido siempre, que eso no es lo fuerte, que lo fuerte está en la inteligencia artificial para ser capaz lo más individual posible, de anticipar un hecho clínico en la línea temporal.
Ser capaz al igual de predecir el tiempo o el tráfico, predecir la respuesta a un fármaco, eso es lo que me parece que es rompedor, eso sí que cambia 5000 años de Medicina y estamos increíblemente cerca de ese momento. Por fenotipo, por tipo de paciente, anticipo quién va a tener un infarto, anticipo quién va a dar positivo en un test genético, o anticipo quién me va a responder a inmunoterapia.
Esas son las cosas en las que trabajamos en Savana y eso creo que es realmente el cambio de paradigma.
¿Y ha cambiado o puede cambiar el sistema sanitario español?
Desde luego no lo ha hecho. La implantación es mínima, es anecdótica. Las cosas que se han conseguido son islas pequeñísimas dentro de un océano sanitario. Lo que ocurre es que eso no significa que no vaya a ocurrir. Las cosas llevan tiempo y en un lugar donde la innovación, donde los riesgos vitales son altos, es lógico que la innovación camine despacio.
Muchas veces los médicos dicen ‘bueno, habláis mucho de la inteligencia artificial, pero no llega’. Bueno, espérate. Ya hemos vivido las primeras aprobaciones por la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU). Ahora vivimos los primeros ensayos clínicos, colonoscopias y endoscopias, metaanálisis, ahora cáncer de mamá, screening… Empieza la rueda a girar. Dale 5 años más. Dale 7 años más y vamos a ver cómo en los sistemas sanitarios empieza a ser mala praxis no tener inteligencia artificial.
Esto lo vamos a vivir ya porque lo tenemos encima, pero necesitamos pasar por todos los parabienes de la ciencia y haríamos mal en no hacerlo. Eso lleva unos años.
¿Hablamos de una década como horizonte?
Sí, no más allá. Hay algunos cambios que han empezado en sistemas como en Singapur, Corea, donde sí que la IA ya juega un papel en el sistema sanitario a la hora de hacer el cribado de los pacientes, a la hora de los triajes todavía no es la decisión clínica en la consulta, pero empieza a serlo, así que hay escalas de riesgo que ya están hechas con inteligencia artificial.
Empezamos a ver que hay algunas sociedades nórdicas que sí que atienden, estratifican a los pacientes en función de lo que un algoritmo de inteligencia artificial ha dicho. Sistemas como en Holanda, que envían la ambulancia o no según lo que diga la inteligencia artificial.
Está más encima de lo que creemos, lo que pasa es que la inteligencia tiene una especie de maldición lingüística, semántica, que es que cuando llega le cambiamos el nombre.
Como dice Miguel Hernán, el insigne epidemiólogo español, catedrático de Harvard: Si hubieses preguntado si en los años 50, una máquina capaz de hacer sumas y restas era inteligencia, te habrían dicho que sí. Lo que pasa es que conforme va llegando, le vas cambiando el nombre y parece que nunca ha llegado. Pero la IA va llegando en algunos países. Lo que pasa es que en España tenemos un gran retraso.
¿Y por qué en España vamos con ese retraso, por falta de inversión?
Por falta de conocimiento. A la revolución industrial, algunos países llegaron unos antes que otros. Inglaterra la lanzó al mundo y hay países que lo cogieron antes, como Francia. Al final esto es igual.
Esto es una revolución tecnológica y hay países que están más preparados intelectualmente para entenderlo y hay países que están menos.
En cualquier caso ¿hablamos de la inteligencia artificial como un copiloto de la medicina, pero no como sustituto del médico?
No lo puede sustituir. Hay muchas razones para ello. Una de ellas es que el machine learning (aprendizaje automático) es increíblemente potente en pensamiento lógico, la lógica aplasta la lógica humana, es muy superior a nosotros. Pero hay otro tipo de inteligencia que es la narrativa, tiene que ver con el lenguaje.
La narrativa es ese constructo de A a B, que el cerebro humano hace de una manera casi inconsciente continuamente para resolver problemas y enfrentarse al medio. La IA no tiene ni idea de lo que es, es incapaz completamente de entender lo que es una narrativa como lo hace nuestro cerebro, es otra máquina que hace otras cosas.
Entonces, si no hay narrativa, no hay medicina. Una máquina es capaz de predecir lo que va a ocurrir, pero no es capaz de predecir lo que tendrías que cambiar para que no ocurriera.
La única manera de entender, de saber eso es ser un agente físico que conecta con el mundo, que toca la realidad todos los días y que entonces recaba toda esa información. Realmente la máquina no es capaz.
¿Cuáles son los peligros de la inteligencia artificial?
Probablemente muchos menos de los que se están diciendo.
Esa manera de escandalizarse con que son máquinas que van a dominar al ser humano creo que es parte un poco de la incomprensión, de la limitación de la máquina. La máquina es enormemente limitada en muchas cosas, siendo todo lo poderosa que es en otras.
Yo creo que quizá el mayor sesgo está en que alguien tomara por cierto todo lo que dice sin considerar que si la máquina ha sido entrenada con datos falsos va a dar respuestas falsas, ese es al final el mayor peligro.
Si tú le das información sobre una determinada tendencia política, racial, sexual, lo que sea, te va a dar respuestas en ese sentido y un tercero que no sepa que ha sido entrenado así, toma eso como cierto y estás dando por verdadero algo que está manipulado. Eso es probablemente el mayor riesgo.
Y luego hay otro enorme. Ese sí que realmente nos va a generar un mundo distinto, que es el de la información sintética, si yo puedo crear caras falsas, voces falsas, comentarios falsos. Qué es verdad y qué no lo es.
En este sentido ¿uno de los retos de la inteligencia artificial es la regulación?
Claro, es el gran reto. Muchas veces pensamos que tenemos que crear leyes nuevas, pero los principios morales básicos, de la libertad, de la igualdad, eso ya lo tenemos, es simplemente aplicarlos.
No hay que hacer leyes nuevas, hay que hacer que las leyes se apliquen y las leyes ya dicen que no puedes discriminar, que no puedes mentir, que no puedes robar sea con inteligencia artificial o con una pistola.
Lo único que hay que hacer es que la ley se adapte a esta tecnología, pero eso no es crear leyes nuevas, no, pasa por entender el poder esta tecnología.