Los efectos de los bombardeos en el cuerpo humano
En una entrevista concedida a EFEsalud, el general de Brigada en la reserva del Ejército de Tierra, Manuel José Guiote Linares, médico Intensivista, explica que la conjugación de la explosión o detonación, la onda expansiva, la metralla y los derrumbamientos aparejados prácticamente no dejan a nadie con vida.
“Los supervivientes sufren a una serie apabullante de traumatismos craneoencefálicos, torácicos y abdominales; hemorragias, crisis cariorrespiratorias, estallidos auditivos y de globos oculares; o un sinfín de heridas multiformes en tejidos internos y externos”, señala.
Por si fuera poco el castigo corporal, el daño psicológico, que en ese momento trágico no es visible, se convertirá en un acompañante casi eterno de las víctimas; más aún por las noches, donde acuden a millares las pesadillas.
El general Guiote Linares fue en su momento el médico militar español con más misiones internacionales a sus espaldas, por las que fue condecorado en dieciséis ocasiones, una de ellas por su valor demostrado. Ahora cuenta veintinueve, sumando nacionales e internacionales.
Destacan sus ocho Cruces al Mérito Militar con Distintivo Blanco, su Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, la Medalla de Naciones Unidas o sus méritos operacionales en Móstar (Bosnia-Herzegovina), Albania, Kosovo, Irak y Pakistán.
Las unidades que comandó en estas misiones fueron capaces de salvar la vida de 56 de compañeros, 174 civiles y 43 prisioneros de guerra.
De igual manera, sumaron a su haber miles de curaciones leves o moderadas: 11.647 a militares, 23.986 a civiles y 3.012 a prisioneros de guerra.
Además de ser médico especialista en Medicina Intensiva y Unidades Coronarias, fue general de la BRISAN hasta abril de 2017 y, recientemente, director gerente de Emergencias SUMMA-112 en la Comunidad de Madrid.
General Guiote Linares, ¿qué es una bomba?
“Una bomba es un artefacto compuesto, a grandes rasgos, de una carcasa metálica, que es lo que va a producir la metralla, y de un material explosivo en su interior, sólido o líquido, que libera una gran cantidad de energía y gas. Esa energía parte la carcasa y tiene efectos devastadores.
La composición de las bombas se fabrican a base de amatol, amonal, C-4, nitroglicerina y TNT.
Y cabe aclarar que las bombas no deflagran (dispositivo que arde aceleradamente, pero no explota), sino que detonan o explosionan.
La detonación es tremendamente rápida, con un inicio supersónico y una enorme onda expansiva. La explosión es subsónica (inferior a la velocidad del sonido) y consigue una capacidad media de onda expansiva.
Una vez que explota la bomba contra un edificio o contra el suelo se pueden diferenciar tres zonas de daños.
La zona del epicentro, que se llama zona de muerte, donde prácticamente no va a quedar nada ni nadie vivo. Si alguna persona consiguiera sobrevivir, sufriría lesiones espantosas que casi seguro le ocasionarán la muerte.
La zona intermedia o crítica, donde nos vamos a encontrar a un gran número de víctimas con muchos tipos de lesiones y muy complejas. Es aquí donde podremos obtener el éxito con la actuación eficaz y rápida de la asistencia médica.
Y la zona periférica, en la cual se tratan lesiones leves. Las personas heridas pueden acudir a recibir atención médica sin necesidad de asistencia in situ“.
En los vídeos que solemos ver por televisión e internet sobre la guerra y el terrorismo observamos grandes explosiones, fuego, resplandor y destrucción masiva de edificios… ¿Pero qué daños ocasionan los bombardeos en el cuerpo humano?
“Se producen dos tipos de lesiones, el daño físico, que es inmediato, y el daño psicológico, que puede persistir durante mucho tiempo en cada víctima y en el conjunto de la población.
Desde el punto de vista físico, las lesiones comienzan en el cráneo y la cara, donde se producen traumatismos craneoencefálicos, heridas abiertas en el rostro, en la mandíbula, en la boca, rotura de tímpanos y estallido de los globos oculares.
Heridas o afectación torácica, con insuficiencia cardiorrespiratoria aguda por efecto de la explosión, incluso heridas penetrantes, neumotórax, embolia gaseosa y destrucción o daños de órganos internos (hígado, bazo, páncreas, riñones).
Asimismo, problemas abdominales, con estallidos de vísceras huecas y vísceras macizas.
En extremidades, amputaciones, fracturas y atrición de tejidos blandos (aplastamientos) que van a producir infecciones importantes, ya que son heridas causadas por proyectiles de baja velocidad.
Hablamos de múltiples heridas anfractuosas (irregulares, quebradas, complicadas de suturar) ocasionadas por cuerpos extraños.
También, lesiones originadas por artefactos explosivos no convencionales e improvisados, además de las minas antipersona, que son bastante frecuentes: heridas en la zona del periné, en genitales y en la ingle, que suelen tener consecuencias graves, incluso producir la muerte en muchos casos”.
A nivel cardiovascular, el fluido sanguíneo puede escapar desorientado a través de decenas de roturas del tejido endotelial. El sistema nervioso podrá quedar arrasado. Dos lesiones muy comunes”.
Las secuelas en el cuerpo humano debidas a las explosiones de las bombas, por tanto, son espeluznantes y dramáticas. Los muertos dejan un vacío que nunca se podrá rellenar.
¿Cuál es el mecanismo de estas lesiones provocadas por el bombardeo en una población?
“Podemos diferenciar varios tipos. El primero sería el mecanismo de la onda expansiva, que produce una presión altísima sobre la totalidad del cuerpo humano.
Estamos constituidos por un conjunto de estructuras blandas y duras basadas en los minerales y gran cantidad de líquidos, que complementan su forma con diferentes gases.
La rápida expansión y reexpanción de estas estructuras provoca laceraciones y roturas de los tejidos.
Luego tendríamos una afectación secundaria, que sería por la metralla, consecuencia directa directa de la explosión, pero no de la onda expansiva.
Más heridas se generan por el desplazamiento violento del cuerpo humano al ser despedido por la explosión.
Las personas impactan contra las propias edificaciones o sus restos, hierros, cristales, objetos, enseres, etc., lo que añade fracturas, amputaciones, todo tipo de cortes o traumatismos craneoencefálicos.
Otro mecanismo, indirecto, se conjuga por los atrapamientos, síndromes de aplastamiento y quemaduras en diferentes grados de los incendios posteriores al ataque con bombas.
La quinta causa es aquella que puede deberse al ambiente que rodea la explosión, como son la contaminación ambiental por productos químicos, biológicos y radiológicos”.
General Guiote, ante tanta devastación física por los bombardeos, ¿qué pueden hacer los médicos y las médicas?
“Debemos estar capacitados para actuar en la zona crítica de víctimas del bombardeo, en la zona intermedia. Cuanto antes actuemos y empleemos las medidas salvadoras de la vida, mucho más éxitos conseguiremos.
La acción quirúrgica se debe centrar en la cirugía salvadora de la vida, intentando que la gente no se nos muera; y para este fin hay que tener la capacidad de abrir las tres cavidades para controlar una hemorragia copiosa: cráneo, tórax y abdomen.
Nuestro objetivo posterior será conservar los miembros y órganos, si puede, y conservar su función, si tal cosa fuera posible. Por ese orden: primero salvar la vida, luego el miembro y luego su función.
La clínica de las lesiones, en primera instancia, siempre será evidente; pero a continuación podremos apoyarnos en el diagnóstico por imagen para descubrir lesiones ocultas o que hayan pasado desapercibidas.
Durante el triaje (clasifiación de pacientes según necesidades) es tremendamente importante tener las ideas claras, puesto que las víctimas de una explosión no puede ser atendidas según las clasificaciones ortodoxas. Perdíamos un tiempo vital.
Lo más funcional es diferenciar entre las personas que no pueden esperar, con lesiones que se operan inmediatamente o la muerte es indefectible.
Los que pueden esperar; es decir, aquellos pacientes que sufren heridas graves y pueden ser intervenidos sin que se agrave su patología durante un intervalo temporal de hasta dos horas.
Quienes padecen lesiones leves y pueden autoayudarse o ser asistidas por otras personas que se encuentran sanas después del bombazo.
En esos minutos de oro sólo cabe atender sin demora a quienes pueden morir si no se les proporciona ayuda instantánea para salvar la vida. Al finalizar con el primer grupo de víctimas, serán atendidos los del segundo grupo, si es que siguen vivos”.
General Guiote, dada su experiencia en combate, ¿nos puede contar alguna anécdota, en este caso desgraciada, sobre los efectos de las explosiones en el cuerpo humano?
“El caso que comentaré no está motivado por una bomba, sino por una deflagración. Durante nuestra misión humanitaria en Irak, país que suele registrar una de las temperaturas más altas del planteta, fuimos testigos de un suceso trágico, repetido en varias ocasiones.
Antes de que llegáramos a la zona de operaciones, una ONG internacional, sin mala intención, había suministrado a las familias iraquíes de ese territorio cocinas para elaborar comida que se encendían con gasolina.
También dejaron miles de medicinas que salvaron muchas vidas.
La gasolina no explota, pero sí deflagra. Los vapores de este combustible se acumulaban en la parte inferior de las estancias, donde estas familias hacían su vida rutinaria.
En ocasiones, y nuestros equipos tuvieron que intervenir en un par de siniestros, al encender la luz de la habitación se producía la típica chispa eléctrica en el pulsador, lo que provocaba a continuación una deflagración súbita.
L@s adult@s sufrían quemaduras básicamente en las piernas, hasta una altura de 70 u 80 centímetros, mientras que los niños y las niñas más pequeñ@s se achicharraban con quemaduras prácticamente en el 90 % de sus cuerpos”.
Las cocinas fueron retiradas, pero esos niñ@s siempre están y estarán en mis pensamientos”.
Manuel José Guiote Linares, médico y militar… con coraje, valor y corazón
En la actualidad, el mundo global soporta diferentes conflictos armados y guerras, como la de Ucrania, donde ya han fallecido, según la ONU, alrededor de 500.000 soldados, la mayoría rusos, y cerca de 10.000 civiles ucranianos.
Con la nueva fase del conflicto palestino-israelí, que se desarrolla ahora con una guerra desde el pasado siete de octubre, fecha en la que el grupo terrorista Hamas asesinó a sangre fría más de 1.400 personas y secuestró a cerca de 210, ya han fallecido alrededor de 6.500 personas.
Según la autoridad palestina, unos 5.100 de sus ciudadanos fallecieron hasta el pasado martes 24 de octubre, la mayoría en la franja de Gaza.
A fecha de hoy, esta cifra que se ofrece desde Palestina se aproxima a las 6.000 personas; a la vez, miles de heridos, hasta 16.300, muchos de ellos niños y niñas.
Encima, todos los damnificados de uno y otro bando, junto a sus familiares, ciudadan@s que han recibido su ración de efectos colaterales, ya sean cocinados por el terrorismo o por las guerras, legales e ilegales, tendrán que escuchar, machaconamente, que este tipo de violencias directas o indirectas siempre tienen credencial política.